martes, 17 de noviembre de 2009

INNOVACIÓN A ESCALA HUMANA



Esta Columna, escrita por José Ramón Valente, salió publicada en "La Segunda" del lunes 16 de Noviembre. La reproduzco - por el interés y actualidad del tema - sin perjuicio de compartir plenamente lo expresado por su autor. Ya escribiré, con mas tiempo, algo al respecto. Por ahora no descubriremos la pólvora, sino que leamos algo muy simple. Finalmente este es el camino hacia el pleno desarrollo


"Cuando Ud. piensa en innovación, probablemente se le viene a la cabeza Silicon Valley, Apple o Google. Por lo mismo organizar una gira empresarial a España donde el tema central era la innovación fue una apuesta arriesgada para la Fundación País Digital. Tuve el privilegio de ser invitado a dicha gira, que se realizó durante la primera semana de noviembre, junto a un grupo de empresarios, académicos chilenos y representantes del sector público, y la experiencia fue tan iluminadora como una ampolleta, símbolo de la innovación hasta antes de la llegada del Ipod.
Efectivamente, no visitamos en España grandes científicos, ni centros de estudios, ni sofisticados laboratorios, pero sí encontramos un país que simplemente haciendo las cosas mejor día tras día, durante los últimos 30 años, ha sido capaz de triplicar el ingreso per cápita de sus habitantes y desarrollar varias empresas multinacionales que compiten palmo a palmo por el liderazgo mundial en sus respectivas industrias. Es el caso de Telefónica en telecomunicaciones, Banco Santander y BBVA en servicios financieros y Zara en el retail, por nombrar sólo algunas.
Con el ingreso a la Comunidad Económica Europea en 1985, España dio un paso gigante para convertirse en la nación que es hoy. Este país que hace 25 años era uno de los más atrasados de Europa, y que no se contaba entre las naciones del mundo desarrollado, se autoimpuso la necesidad de competir o morir. Hay dos cosas muy características en la experiencia española que son particularmente interesantes como ejemplos a emular en nuestro propio país. La feroz competencia a la que ha sido expuesto tanto el sector publico como el privado y la respuesta de las instituciones españolas a dicha competencia. Durante la gira visitamos cinco regiones de España y cerca de 25 instituciones entre públicas y privadas. Todas experiencias y realidades aparentemente muy diversas, pero con un elemento muy distintivo en común. En cada una de ellas sus líderes indicaron como un punto central de su estrategia competitiva apuntar a ser los mejores, pero no los mejores del barrio, los mejores del mundo. La carismática alcaldesa de Valencia tenía muy claro que su ciudad competía con Barcelona y con Sidney para atraer turistas e inversión extranjera y no contra su propio pasado. El presidente de una importante asociación gremial de empresarios vascos, una comunidad con más del triple de ingreso per cápita que Chile y más de 50% superior a la media española, no tuvo una actitud autocomplaciente. En su presentación no comparó al País Vasco con la región relativamente más atrasada de Andalucía, sino que con las regiones relativamente más avanzadas de Europa como Luxemburgo. Don Amancio Ortega, fundador y controlador de Zara, hoy por hoy la segunda empresa de venta de ropa más grande del mundo, está preocupado de que sus clientes asiáticos puedan recibir mercadería nueva dos veces por semana y no de si su rival español, la también multinacional Mango, abrió otra tienda en Madrid. Competencia global y varas altas son dos bofetadas de humildad que nos propinaron sin quererlo los españoles a los chilenos.


España es un vivo ejemplo de cómo se puede innovar haciendo cosas simples y cómo el impacto de la suma de pequeñas mejoras, cuando se produce en forma continua y en el más variado ámbito de la vida de un país, puede producir un verdadero milagro de crecimiento y mejora en las condiciones de vida de las personas. Pensar que el futuro de chile pasa por la aparición de genios como Steve Jobs (fundador de Apple), o el crecimiento de la web 3.0 en un cluster tecnológico desarrollado por Corfo es a la vez un gran error y una gran desesperanza. Confiar que se puede innovar a escala humana, haciendo las cosas cotidianas un poco mejor todos los días, y que de esa manera cada uno de nosotros puede contribuir al desarrollo de nuestro país, desde mejorar el recorrido para ir a dejar los niños al colegio para liberar cinco minutos en la mañana, hasta reubicar los puestos de trabajo en la oficina para que la gente se comunique mejor, es el camino que muchos países como España han recorrido con éxito y parece ser un modelo a imitar para Chile.
Para dar ese paso de convertirnos en una nación desarrollada, como lo hizo España, tenemos que dejar de mirarnos el ombligo y dejar de compararnos con el Chile del pasado y con los países más atrasados de Latinoamérica. Es importante que ese profesor que hoy está en paro comprenda que en otra parte del mundo hay un profesor haciéndole clases a un niño australiano, que luego va a competir con su alumno chileno vendiéndole vino a un consumidor inglés.

Valente, José Ramón
Lunes 16 de Noviembre de 2009

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